La paz requiere paciencia y perseverancia

(RV).- Con un nuevo apremiante llamamiento, en este momento en que estamos firmemente orando por la paz, en Siria, Oriente Medio y el mundo entero, Francisco I destacó antes del rezo mariano del Ángelus – ante miles de fieles y peregrinos de tantas partes del mundo – que la Palabra del Señor nos toca en lo más vivo, en este día en que contemplamos con esperanza la Natividad de la Madre de Dios, con el eco de la invocación a la Reina de la Paz en la intensa Vigilia de Oración que convocó y ayer presidió.

Texto de las palabras del Santo Padre.

Queridos hermanos y hermanas.

En el Evangelio de hoy, Jesús insiste en las condiciones para ser sus discípulos : no anteponer nada a Él , llevar la propia cruz y seguirlo. Mucha gente, de hecho, se acercaba a Cristo, quería estar entre sus seguidores, esto sucedía especialmente después de alguna señal prodigiosa, que lo acreditaba como el Mesías, el Rey de Israel. Pero el hijo de Dios sabe muy bien lo que le espera en Jerusalén, cuál es el camino a recorrer, el de la cruz, sacrificio de sí mismo por el perdón de nuestros pecados.

Seguir al Señor significa compartir su gran obra de misericordia hacia la humanidad. Y este perdón universal pasa por la crucifixión y nos quiere involucrar también a nosotros en su misión. Después de la resurrección, les dice a sus discípulos: ‘Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen’ (Jn 20, 21-22 ). El discípulo renuncia a todos los bienes, porque ha encontrado el bien más grande, en el que cualquier otro recibe su pleno valor y significado : los lazos familiares, relaciones, trabajo, bienes culturales y económicos u otros. El cristiano se desprende de todo y reencuentra en la lógica del Evangelio su servicio.

Para explicar esta exigencia, usa dos parábolas : la de la torre que se debe construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice : ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz (Lc 14,31-32 ).

Pero en este momento en que estamos firmemente orando por la paz, esta Palabra del Señor nos toca en lo más vivo, y, esencialmente, nos dice : ¡hay una guerra más profunda que tenemos que luchar! ¡Es la decisión firme y valiente de renunciar al mal, a sus seducciones, y de escoger el bien : he aquí el seguimiento de Cristo, tomar la propia cruz! Esto implica – entre otras cosas – decir ‘no’ al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de armas y su comercio. Éstos son los enemigos que hay que combatir unidos y con coherencia, no siguiendo intereses que no sean los de la paz y el bien común.

Hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, fiesta particular de las Iglesias Orientales. Y todos nosotros podemos enviar un saludo a lo/as hermano/as, obispos, monje/as, de religiones ortodoxas y católicas. Anoche velamos encomendando a su intercesión nuestra oración. La invocamos ahora como Reina de la Paz. Ruega por nosotros.

Saludos del Papa.

Quisiera dar las gracias a todos aquellos que, de una u otra forma, se unieron a la vigilia de oración y ayuno de ayer en la noche, a las numerosas personas que han ofrecido sus sufrimientos, a las autoridades civiles, los miembros de otras comunidades cristianas y religiones, a los hombres y mujeres de buena voluntad.

El compromiso continúa, sigamos adelante con la oración y las obras de paz. Los invito a que sigan rezando para que cese inmediatamente la devastación en Siria y para que se trabaje con renovado empeño por una justa solución al conflicto fratricida.

Pidamos también por los otros países de Oriente Medio, especialmente el Líbano, para que encuentre la anhelada estabilidad y siga siendo modelo de convivencia, por Iraq, para que la violencia sectaria deje paso a la reconciliación, por el proceso de paz entre israelitas y palestinos, para que avance con determinación y audacia, por Egipto, para que musulmanes y cristianos se comprometan a construir juntos una sociedad que busque el bien de toda la población. «¡La búsqueda de la paz es larga, requiere paciencia y perseverancia! ¡Sigamos rezando!».

Saludando a los numerosos fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, el sumo pontífice ha recordado que ayer, en Rovigo, fue proclamada Beata María Bolognesi, fiel laica de esa tierra, nacida en 1924 y muerta en 1980. Entregó toda su vida al servicio de los demás, especialmente de los pobres y enfermos, soportando grandes penalidades, en unión con la pasión de Cristo. «¡Demos gracias a Dios por este testimonio del Evangelio!».

(CdM – RV)

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