El sacramento de la unción de los enfermos

Ciudad del Vaticano, 26 febrero 2014 (VIS).- El Papa ha proseguido la catequesis sobre los sacramentos hablando hoy de la unción de los enfermos, consuelo espiritual en la inminencia de la muerte, que nos ayuda ante la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento en el horizonte del fin de la vida.

La parábola del buen samaritano expresa el misterio que se celebra con este sacramento, consuela al que sufre al borde del camino y cura sus heridas con aceite y vino para después llevarlo a una posada. Si el aceite nos recuerda el que se bendice cada año en la misa crismal del Jueves Santo para ungir a lo largo del año a los enfermos, el vino es un signo de la gracia de Cristo que ha dado su vida por nosotros. La morada, ha explicado el Papa es la Iglesia, la comunidad cristiana, a quien cada día el Señor confía a los que están afligidos.

Ese mandato se reafirma explícitamente en la carta de Santiago, donde se recomienda : “Si está enfermo alguno de vosotros llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor”. Se trata, por lo tanto de una práctica que ya existía en la época de los Apóstoles. De hecho, Jesús enseñó a sus discípulos a tener predilección por los enfermos y que sufren, les transmitió la capacidad y tarea de seguir dando consuelo y paz a través de la gracia especial de este sacramento. Sin embargo, esto no debe hacernos caer en la presunción de que podemos obtener siempre la curación, pero sí darnos la seguridad de la cercanía de Cristo al enfermo y anciano, porque todos los mayores de 65 años pueden recibir esta unción, como prenda de su salvación en los momentos de dolor y enfermedad.

El sacerdote y los que están presentes durante la unción de los enfermos, de hecho, representan a toda la comunidad cristiana, alrededor de los que sufren y sus familiares, sosteniendo con fe, esperanza y caridad, la oración por el moribundo y en riesgo de morir. Jesucristo se hace así presente en el Sacramento y nos recuerda su promesa de resurrección.

Al final de la catequesis, el sumo pontífice ha recordado los acontecimientos que suceden estos días en Venezuela y ha pedido que cese la violencia y hostilidad, que todo el pueblo venezolano, comenzando por los responsables políticos e institucionales, favorezcan el respeto por la verdad y justicia, para ser capaces de hacer frente a cuestiones concretas que permitan el bien común. Asimismo, ha asegurado su oración sobre todo por aquellos que han perdido la vida y ha conminado a todos los creyentes a rezar a Dios y pedir la materna intercesión de Nuestra Señora de Coromoto, para que el país recupere la paz.

En los saludos en diversos idiomas, el Obispo de Roma ha recordado que pasado mañana se celebra el Día Mundial de las enfermedades raras y ha saludado a los participantes del congreso dedicado a esta jornada, esperando que los pacientes y sus familias sean sostenidos adecuadamente tanto a nivel médico como legislativo. También, se ha referido a los participantes del Congreso Mundial de SIGNIS 2014, a los directores de radios polacas que se encuentran estos días en Roma por ejercicios espirituales, a los peregrinos llegados de Iraq y Líbano, y los Legionarios de Cristo que han finalizado su Capítulo General.

Antes de concluir ha destacado que mañana se celebra la memoria de San Gabriel de la Dolorosa, esperando que su ejemplo sirva para hacer del Evangelio la regla fundamental de la vida.

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