Mensaje a los obispos de Corea del Sur

(RV).- El Santo Padre tras su encuentro en la Blue House con las autoridades del país, se ha dirigido a la sede de la Conferencia Episcopal, donde ha sido recibido por los obispos, a quienes ha recordado que su misión principal es custodiar los valores cristianos y al pueblo de Dios, lejos de triunfalismos, atesorando el pasado, escuchando la llamada a la conversión y alentando su esperanza.

El Papa en su alocución se ha referido en acción de gracias a la beatificación de Paul Yun Ji-Chung y sus 123 compañeros mártires, de quienes son herederos de su heroico testimonio en Cristo, poniendo de relieve también la fidelidad, perseverancia y trabajo de las siguientes generaciones de laicos coreanos, destacando cuán significativa es su historia en la Iglesia, que impresionó a Yi Byeok y a los nobles ancianos en sus origenes, destacando el legado transmitido por estos, sus antepasados en la fe, que es posible reconocer hoy en las parroquias o movimientos eclesiales, programas de catequesis y atención pastoral, escuelas católicas, seminarios o universidades.

Y así como se distinguen por su presencia en la vida espiritual o cultural de la nación, Corea del Sur ha pasado a ser tierra de misioneros, de la que la Iglesia universal se beneficia de los muchos sacerdotes y religiosos enviados por el mundo, llamados a proclamar al mundo el mensaje evangélico, su liturgia o sacramentos, la santidad y caridad cristiana, en salida hacia el mundo, en particular a las periferias de la sociedad contemporánea, con una solicitud particular por los pobres, niños o ancianos, con programas de solidaridad, sobre todo con los refugiados e inmigrantes, y con aquellos que viven al margen de la sociedad.

Ante los retos particulares en una sociedad próspera pero cada vez más secularizada o materialista, ha señalado que : ¡Ay de nosotros si despojamos a la Cruz de su capacidad para juzgar la sabiduría de este mundo! (cf. 1 Co 1,17); y ha pedido a Dios que nos podamos salvar de la mundanidad espiritual o pastoral que sofoca el espíritu, sustituye la conversión por la complacencia y termina por disipar todo fervor misionero (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 93-97).

Ésta fue la exhortación final del Papa Francisco: «El Señor, que es fiel, les dará fuerzas y los librará del Maligno» (2 Ts 3,3); e invocando la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, les ha impartido su bendición apostólica.

(CdM – RV)

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