El diálogo ecuménico y teológico entre judios y católicos

Ciudad del Vaticano, 13 febrero 2014 (VIS).- Os doy las gracias porque habéis dado a lo largo de los años una contribución cualificada al diálogo y fraternidad judeo-cristiana, y os aliento a continuar en este camino, ha dicho Francisco I a los 55 miembros de la delegación del Comité Judío Americano, recibiéndoles esta mañana en la Sala del Consistorio, al mismo tiempo que recordaba las buenas relaciones de esa organización con los anteriores pontífices, así como con la Santa Sede y numerosos representantes del mundo católico.

El próximo año, ha proseguido, conmemoraremos el 50 aniversario de la Declaración “Nostra Aetate” del Concilio Vaticano II, que todavía representa para la Iglesia el punto de referencia imprescindible para nuestras relaciones. A partir de ese documento se desarrolló, con vigor renovado, la reflexión sobre la herencia espiritual que nos une y es la base o fundamento teológico de una expresión de respeto mutuo, por eso es importante que este fundado en la conciencia de nuestra relación con Dios.

También es importante colaborar en la construcción de un mundo más justo. En ese sentido, Su Santidad ha señalado en particular el servicio común en favor de los pobres y marginados, los que sufren, cuyo compromiso está anclado en lo que las Sagradas Escrituras revelan acerca de la protección de los más débiles, la viuda, el huérfano y extranjero. Es una tarea que se nos ha confiado y refleja en su voluntad, un deber religioso auténtico.

Y para garantizar que el esfuerzo no sea en vano, es importante transmitir a las generaciones futuras el patrimonio de un conocimiento recíproco construido durante años, gracias a la obra de organizaciones judías y cristianas, esperando que las relaciones con el judaísmo sigan vigentes en los seminarios y centros de formación católicos, confiando que en las comunidades de los judíos, los rabinos aumenten su interés por el conocimiento del cristianismo.

Al final de su reunión, el Santo Padre ha recordado que realizará un próximo viaje apostólico a Jerusalén, de donde todos procedemos y lugar en el que un día se reunirán todos los pueblos, expresando la necesidad de orar para que su peregrinación obtenga frutos de comunión, esperanza y paz.

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